-El regalito para la niña que ella no puede comer roscón.
Esta frase ha sido la que más he escuchado en las comidas familiares en cuanto se descubría el regalo del roscón de Reyes. Sí, la niña, era y sigo siendo yo. Mi premio de consolación por no poder comer roscón era la figurita sorpresa que contenía el dulce real.
El que fuera celíaca, en mi casa cambió la tradición de que pagara el dulce a quien le tocara la figurita - que no sé si de verdad esta norma se ha seguido en algún momento-. Todos salían ganando: el malestar que causaba encontrarse el regalito se diluía porque ahora era 'para la niña'. Cuando era pequeña, aun tenía su gracia y su sentido. Además las figuritas de hace unos años eran mejores, o quizá la memoria me esté haciendo una jugarreta y, al ser una niña, lo recordara con más cariño, pero también con cierta amargura. Todos tomaban un dulce increíble, espectacular, que devoraban incluso cuando decían que estaba seco porque lo sumergían en enormes tazones de leche. Sólo me consolaba algo cuando lo habían rellenado de una nata muy mala o cuando estaba muy seco y no había leche con la que solucionarlo, que era cuando mi madre, no sé si por apoyo moral -madres, su amor no entiende de fronteras-, o porque era verdad, me decía:
-No te pierdes gran cosa, no está muy allá.
Y mientras, estuviera malo o no, yo me quedaba a la espera de la recompensa, o de la parte del roscón que sí 'podía tomar': la figurita.
Con los años han sacado roscones sin gluten, e incluso hay recetas más que perfeccionadas para hacerlos en casa. Pero por dejarlo pasar y agotarse en las tiendas, por hartazgo de tanto dulce o simplemente por dejadez, al final, siempre me he quedado sin tomar roscón.
Eso sí, lo que no ha cambiado con los años es el acto interiorizado de pasarme el 'premio' en cuanto es descubierta por algún cuchillo que intenta cortar, sin resultados, un trozo de roscón de un solo corte. Ya no espero con ansia el momento, ahora simplemente aguanto el trago, porque sé, que aunque con menos ímpetu por la edad, ese regalito siempre llega a mis manos como consuelo, ya como tradición familiar.
Sí, este año también ha llegado. Esta vez una mariposa...
Lo dicho, aunque sigan siendo mi 'premio de consolación', me dejan con la misma insatisfacción que hace años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario