Llevo más de 20 años siguiendo una dieta sin gluten. Cuando enfermé con menos de un año, al empezar a tomar papillas de trigo, una serie de afortunadas casualidades hicieron que, al llegar a urgencias, un médico, cuya compañera estudiaba la enfermedad, detectara a la primera que lo mío no era otra cosa que celiaquía.
En esos tiempos lo único que había 'sin gluten' eran esas tortas de maíz o arroz que algunos toman ahora como 'snack' ligero. Y creedme, han mejorado mucho, antes era muy parecido al alpiste.
En un contexto en el que nadie conocía la enfermedad, no se hablaba de contaminación cruzada, cuando lo explicabas se creían que estabas a dieta porque 'no comías pan' y Mercadona aún no se había fijado en el filón que suponía nuestra dieta, supe defenderme con más o menos acierto para poder comer en el comedor del colegio, ir de campamento, viajar, asistir a cumpleaños en los que no podía comer tarta y alimentarme sin problemas, en ocasiones sobrepasando las necesidades nutricionales normales.
Aunque muchas veces incomprendida, era YO la única que sabía de qué iba la celiaquía, YO la que sabía qué o no podía comer, YO la que explicaba todo lo referente a la enfermedad. Pero el boom de la celiaquía llegó un día, casi sin darme cuenta. Todo el mundo sabía ya (o se creía que sabía) TODO sobre el tema, todos opinaban, todos vigilaban mis pasos para ver qué comía.
Una especie de histerismo surgió en torno a la celiaquía, toda una retahíla de pautas se imponían y debían ser cumplidas: comer sólo en restaurantes controlados, sólo comer alimentos con el sello de FACE, llevar encima la lista de alimentos sin gluten las 24h, etc. La contaminación cruzada se convertía en el mayor enemigo y la única batalla que tenía que lidiar un celíaco. El comportamiento del celíaco modelo se estandarizaba y popularizaba.
Decenas de nuevos celíacos, así como sus familiares y seres cercanos se amotinaban ante mi tranquilidad tras 20 años de celiaquía interiorizada, aceptada y normalizada.
Las preguntas y comentarios se sucedían:
- ¿Y con esa tranquilidad, nunca te ha pasado nada?¿No te ha sentado nada mal?
- ¿Comes fuera de casa? Mi prima siempre se lleva su comida al restaurante que vayamos...
- Tengo una amiga que con una miga de pan se pone malísima. Si a ti no te pasa es que no eres tan celíaca.
- Si tú lo llevas sin miedo y otros sí, eso es porque hay diferentes grados de celiaquía, ¿no?
- No deberías llevarlo tan a la ligera, es un tema muy serio.
Y así podría seguir con mil ejemplos.
Se critica bastante que un celíaco no sea alarmista. La mayoría de las ocasiones, estas críticas, en mi caso, han venido por parte de nuevos celíacos o gente que conoce a otra gente que.
Y siempre me hago la misma pregunta: ¿será que los celíacos de ahora son más celíacos? ¿Los veteranos vamos perdiendo celiaquía por el camino? ¿Las tortitas aquellas de alpiste nos hicieron más resistentes?
Pues algo así debe ser.
Estoy harta de que otros digan cuán celíaca soy, o que casi, hasta me tachen de no ser celíaca... ¡A mí!¡Que hasta me aficioné a la repostería porque los dulces sin gluten, aún a día de hoy, dejan muchísimo que desear!
Pues siento si mi forma de ver la celiaquía parece despreocupada, pero el
humor y el optimismo no evitan que siga una dieta libre de gluten. Aunque espero que mi forma de ver la enfermedad sirva para que otros salgan de esa rutina del miedo.
Este blog surgió precisamente para eso, para que hubiera una vocecilla entre todos esos gritos de desánimo, miedo e inseguridad. Un voz que explicara que no pasa nada por ser celíaco. Que sí, que es más pesado que no serlo, pero que es algo que no vas a poder cambiar y mejor será que te lo tomes con humor. Que incluso te permite conocer cosas, así como experimentar otras que, de no serlo, jamás tendrías la oportunidad. Que se puede estar gordo, delgado, viajar y vivir como cualquier otro y que no, de verdad que no, en Mercadona no todo es sin gluten.