
En la segunda ronda, se repite la situación: una caña, un vino y de nuevo una tapa, pero esta vez de aceitunas:
-¡Uy, mira! Ahora la que tiene la ventaja eres tú. Cómetelas. No es que no me gusten, yo es que soy celíaco de aceitunas.
Pero la agudeza no se da sólo en los adultos. Los niños también se aprenden las 'ventajas' que podría ocasionar ser celíaco, celíaco de lo que a uno le convenga claro está, puede ser de aceitunas, de pescado o de lo que se tercie...
Un niño de cuatro años, el cual tiene un hermano que es celíaco, en el comedor de su colegio. En el momento en el que le van a servir el segundo plato se apresura a advertir alarmado a la profesora, mientras se lleva las manos a la cabeza:
-¡Nooo! A mi no me pongas segundo plato ¡que soy celíaco de huevo frito!
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