A bordo de un avión, sirven un pequeño aperitivo compuesto de un sandwich y una barrita de cereales, en mi caso, habiéndolo solicitado previamente me traen otra cosa:
-Su menú sin gluten.
-Muchas gracias...
El paquete era abultado, una de esas bolsas de papel donde te puedes encontrar desde un producto de bollería hasta una pieza de fruta. En mi caso, era la segunda opción, eso sí, la segunda opción por dos: al abrirlo me encuentro con una manzana y una nectarina.
-Vaya, tu menú sin gluten es polivalente. Sirve para vegetarianos, veganos, musulmanes, hindúes,..
-Ya, ya pillo el concepto.
-Espera que hay más: para intolerantes a la lactosa, diabéticos, dietas bajas en calorías, para los que tienen el colesterol alto, para los alérgicos a los frutos secos...
Efectivamente, mi menú en esa ocasión más que 'sin gluten' era menú comodín. A pesar de que cuando sirven comidas o cenas, y no tentempiés, es incluso hasta más recomendable pedir de antemano un menú sin gluten. Siempre sabes lo que te va a toca: arroz, pollo y/o verduras. Y por el momento siempre ha estado bueno. La mayoría de veces es mejor opción que el filete empanado pasado, la lasaña grasienta o la pasta fría que suelen poner al resto de pasajeros 'no celíacos'. Por no decir los beneficios y el ahorro de sufrimiento cuando en lugar de una tarta no identificada te ponen uvas u otra fruta. Incluso en algunos te incluyen pan sin gluten (muy de agradecer más que por lo de comer pan -que en mi caso no es una costumbre-, por el detalle).
El pedir un menú sin gluten en un avión suele causar cierto revuelo entre los compañeros de travesía para ver qué habrán puesto en esa bandeja que marcan con una pegatina bien visible: SIN GLUTEN, o SG. Unas veces surgen las envidias, de lo cual no les culpo, razones tienen. Pero en otras desearías que a tu acompañante se le agotaran en menos de un minuto todas las dietas para las que serviría el menú que te han puesto a ti como 'celíaca'.