sábado, 17 de septiembre de 2011

El lustre que da el vino... por no poder tomar cerveza

-¿Tomas vino?¡Vaya!¿Eres consciente de que eres la única persona que está aportando un tanto de sofisticación a esta sala donde todo el mundo está cerveza en mano?



Sí, un celíaco -a pesar de que ya se comercializa cerveza sin gluten-, no puede apuntarse de forma literal a esa expresión tan aceptada y esperada en los ámbitos sociales como es 'nos vamos de cañas'. Para el ojo externo puede llegar a considerarse casi como una condena, pues las únicas palabras que aciertan a articular cuando descubren que un celíaco no puede beber cerveza es un: '¡vaya p_t_d_!'. Y es comprensible.

La cerveza en cualesquiera de sus variedades: caña, pinta, tercio, botellín, jarra... rubia, negra... de trigo, de cebada, es un elemento de socialización, hermanamiento, celebración, reflexión. Un elemento al que si tú te unes con un refresco, bebida isotónica, agua embotellada, zumo o cualquier otra bebida no alcohólica el grupo te insistirá hasta que digas:
-Que conduces, entonces seguirán insistiendo para que aunque sea te tomes sólo la primera.
-Que no bebes alcohol, será el momento en que tus amigos quizá te sigan aceptando pero con el pensamiento de 'te queremos aun así... pero por favor esconde tu Trinaranjus que, a pesar de tener más de 30, el camarero nos va a pedir el carnet'.
-Que te estás medicando, a lo cual seguirá una mirada de sospecha por si se trata de algo contagioso que provoque que a la semana siguiente sean ellos quienes pronuncien esas indeseadas palabras.
-O hasta que sueltes el bombazo de que eres celíaca y sea entonces cuando los más enamorados del zumo de cebada te miren con pena y suelten la expresión anteriormente citada; los más ignorantes pregunten eso de 'ah, que la cerveza lleva cebada?' -verídico-; y los más curiosos comiencen con esa lotería de preguntas que desviará la atención del tema principal durante unos minutos.

Pero hay una solución, siempre la hay. En mi caso, descubrir otros zumos como lo son el de uva. Pero no mosto, no -pues se causará la misma impresión que con los refrescos-, sino el zumo de uva fermentado: el vino, ese gran aliado.
Claro está que suele ser más caro que la cerveza. Y mucho más claro es, aunque por comprobarlo en mi persona se me quedó un poco borroso, que no se puede llevar el mismo ritmo que los que están tomando cerveza.
La proporción 1 copa de vino - 1 caña, es peligrosa. El resultado del encuentro es menos resacoso cuando queda en un 1-2, o en un 2-3. Eso sí, a quien no le guste perder, puede intentar mantener el empate a base de tapas (buenas y contundentes tapas), y los que tengan un hígado resistente, pueden incluso intentar ganar el encuentro.
Sea cual sea la cantidad, lo más importante es la especial atención que se te presta desde el momento en que te sirven la copa de vino, pues casi siempre suele ser la única entre una multitud de cañas y quizá algún refresco de uno que, sin ser celíaco, ni bebe cerveza... ni bebe vino!
Y ni qué decir tiene los comentarios que se suscitan alrededor. Pues hay algo llamativo en una copa de vino rodeada de cañas. Me han llegado a confesar que pensaban que era desde una snob, hasta una persona refinada y con gusto. Y es que cuando eres celíaco y estás fuera de casa, siempre debes estar preparado para suscitar la duda, la pregunta, y por supuesto preparado para saber dar la respuesta.
Pero por experiencia, he concluido que el vino no es una bebida con menor cotización en los encuentros sociales, sino que se le teme, por la invasión y estandarización que hay con la expresión 'nos vamos de cañas'. Más de uno y más de dos, ya sea por acompañar, ya sea por deseo propio de preferir el vino a la caña, pero dejarse llevar por la bebida más común, se han unido a mi petición de copa de vino en los encuentros sociales, formando así también parte de ese lustre que aporta el vino, en mi caso, por no poder tomar cerveza.

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