viernes, 27 de julio de 2012

Yo soy celíaco, pero no de gluten...

Una tarde de cañas con un amigo, en mi caso de vinos -por razones evidentes- y una tapa de pan untado de por medio que no me puedo comer:
-Cómetela tú... que yo de ésto ya sabes que no gasto, ¿ves? ventajas con las tapas por ir con una celíaca.
En la segunda ronda, se repite la situación: una caña, un vino y de nuevo una tapa, pero esta vez de aceitunas:
-¡Uy, mira! Ahora la que tiene la ventaja eres tú. Cómetelas. No es que no me gusten, yo es que soy celíaco de aceitunas.


Pero la agudeza no se da sólo en los adultos. Los niños también se aprenden las 'ventajas' que podría ocasionar ser celíaco, celíaco de lo que a uno le convenga claro está, puede ser de aceitunas, de pescado o de lo que se tercie...
Un niño de cuatro años, el cual tiene un hermano que es celíaco, en el comedor de su colegio. En el momento en el que le van a servir el segundo plato se apresura a advertir alarmado a la profesora, mientras se lleva las manos a la cabeza:
-¡Nooo! A mi no me pongas segundo plato ¡que soy celíaco de huevo frito!





lunes, 23 de julio de 2012

¿El pan y las galletas pitan en el aeropuerto?

¿Quién no ha sentido alguna vez ese miedo escénico al acercarse al control del aeropuerto?
Según te acercas al arco, mientras sostienes con una mano la bandeja desbordada en la que habrás depositado los líquidos en botes de menos de 100 ml, el reloj, el móvil, la chaqueta, el portátil -si llevas-, el cinturón, etc, y con la otra mano te sujetas el pantalón para evitar que se caiga, repasas mentalmente todo aquello que llevas en la maleta, lo que puede que cataloguen de peligroso, lo que puede que sea ilegal. Haces memoria para ver si cambiaste el desodorante de spray por el de roll-on, si considerarán peligrosa esa lima de cartón que llevas que más bien parece papel de lija, si sacaste las tijeritas o el cortaúñas. Incluso si será peligroso ese mini-kit de costura de emergencia con nombre de algún hotel en la solapa.
Quien fuma repasará las cajetillas o alguna china olvidada (si es que algún día se acordó de ella) y ¡caramba! el mechero de recuerdo de las vacaciones o la novia anteriores.
Según se avanza y queda menos tiempo para cruzarte con el de seguridad, rezarás para que no te hagan quitarte los zapatos, prometiendo de rodillas si hiciera falta que no llevas ni explosivos, ni navajas, ni droga en ellos, todo por no ponerte esos calcetines del mismo material que los guantes para coger fruta y verdura en un supermercado.
Sigue el repaso: nada líquido, no drogas, no armas... ¡Mierda! ¿Las horquillas que llevo en el pelo pitarán? Y aunque no piten... ¿creerán que voy a sacar un ojo a alguien con ellas?¿Y los aros del sujetador -siempre pitan cuando menos te lo esperas-?
Hasta aquí el repaso general pero... si eres celíaco la cosa cambia.
Hay otra pregunta que de ser afirmativa puede que te crujan la mitad de la comida de la semana que te vas de viaje, o por lo menos los desayunos: ¿ponen pegas con la comida?¿Y con los bocadillos?
No es un equipaje de mano muy común, pero es tan normal como el neceser cuando se es celíaco. Hay que cubrirse las espaldas sobre todo con los desayunos cuando se va fuera de casa. En muchas ocasiones no sabes si vas a encontrar pan, galletas o pasta sin gluten allá donde vas, o si lo podrás comprar el primer día, y no digamos si vas al extranjero.
Por eso no es de extrañar que una se ponga nerviosa en los controles aeroportuarios cuando lo que lleva en la maleta, junto a la toalla, el neceser, los zapatos y la ropa, son paquetes de galletas, de pan e incluso pasta. Lo malo no es llevarla, sino explicar el motivo de llevarla. La persona de seguridad de turno puede ser muy cuadriculada o ni siquiera hablar tu idioma.
Sea como fuere, si toca registro y toca dar explicaciones puedes verte en un verdadero problema si no convences al de seguridad de turno. No sólo porque puede dejarte sin el desayuno de la semana sino porque saldrá tan caro como si al del tabaco le confiscaran un cartón o a otro le requisaran un bote de colonia. Y más ahora que van a subir los productos sin gluten del 8% al 10% de IVA.
En España -y parte del extranjero- (por el momento) nunca me han llamado la atención ni registrado por el 'contrabando' de productos sin gluten. Aunque espero que no lo hagan, por el bien de mi bolsillo y de mi estómago a las 9 de la mañana... no en todos los sitios puedes encontrar un pincho de tortilla para desayunar.

lunes, 16 de julio de 2012

El subidón de delinquir por el gluten

¿Quién no se ha sentido alguna vez como un delincuente? Haciendo algo que sabía ilegal como puede ser colarse en el Metro; no adaptarse a las nuevas normas como seguir fumando en un lugar en el que ahora está prohibido; saltarse los protocolos establecidos por tener la certeza de que, a pesar de ir en contra de la ley, según el propio criterio se estaba haciendo lo correcto. Si se es celíaco, a estas situaciones habría que sumar otra:
Sentirse un 'delincuente' saltándose la norma establecida para poder tener algo más contundente que unos snaks para comer.
En otras palabras: intentar colar un bocadillo en un recinto que prohibe introducir bebidas o alimentos, en un supuesto pro de tu seguridad, pero que esconde el fin económico que supone comprar dentro una botella de agua por 3€, un mini de cerveza a 6€ o un bocadillo por 5€.
Contra la bebida poco se puede hacer, nos tocará aguantarnos como a todos. Pero en lo que a la comida respecta, no siempre es fácil seguir las normas.
El plan está claro: colar el bocadillo
La razón se ruge desde el estómago: poder aguantar horas de actividad física en un concierto o tal vez en un parque de atracciones con algo más que una bolsa de patatas fritas o una chocolatina. 
El modo: ocultar la forma de bocadillo.

Cómplice del delito
El sistema de camuflaje tiene su procedimiento. Lo primero, sería hacer bocadillos pequeños (cosa que no es muy difícil, gracias a los tamaños minúsculos que ofrecen la mayoría de los fabricantes -una tostada de bimbo al lado de las nuestras, parecería más bien enorme-).
Después, tras envolverlo en plástico, papel aluminio o cualquier material que el celíaco desee -eso ya va en función de las costumbres del hogar- es conveniente meterlo dentro de una bolsa de plástico, pero nada de Mercadona o Carrefour, éso no hará sino levantar más sospechas. Para este caso, una bolsa de una librería, tienda de ropa o de discos podrá ser una buena opción de distracción. 
Una vez preparado el paquete hay que esconderlo. Si se lleva abrigo con bolsillos grandes en los que el contenido pase desapercibido, ¡mejor que mejor! Eso sí, sólo si se lleva mochila o bolso acompañando. La atención se centrará más en el bolso, por razones evidentes de espacio. Pero también podemos usar ese bolso como escondite: una técnica fácil es guardar la bolsa dentro de una bufanda o jersey. Al palpar estará más o menos igual de blando, y las manos que andan buscando botellas u objetos contundentes lo ignorarán.

Así, con el bocadillo escondido de forma estudiada podremos dirigirnos hacia la cola de entrada. Mientras uno se acerca el pensamiento recurrente será el de: 
¿Y qué hago si me lo pillan y me dicen que no lo puedo pasar?
Por supuesto que la primera opción sería comérselo allí mismo. ¡Está el precio del pan sin gluten como para tirarlo en el bidón junto a las botellas confiscadas! Otra opción es intentar explicar el problema esperando que el guarda jurado de turno tenga un caso de celiaquía entre sus amigos o familiares. Incluso para los más aventureros, si no se convenciera con el pretexto de que se es celíaco, entrar en cólera y exigir responsabilidades, lo cual no suele acabar bien.
Pero la mayoría de veces no hacen falta planes B, el escondite está tan elaborado que pasas sin problemas el control. Te sientes triunfante, hábil y brillante, con la adrenalina recorriendo tu cuerpo dispuesta a volver a repetir la operación cuantas veces sea necesario.
Así encumbrada, cuentas la hazaña  a tus acompañantes, a los que has tenido en la ignorancia para evitar fallos en tu meditado plan. El ego se infla, el estómago se revoluciona  a la espera de su merecido premio.
Pero todo se desmorona de un golpe cuando, al contar tu proeza, un amigo saca de su mochilla lo que se identifica perfectamente tras el papel de aluminio como un bocata hecho con una barra entera de pan y te dice:

-Si lo único que no dejan pasar son botellas.